Diseñar para transformar: la base de todo proyecto con impacto

Escrito por: Florencia Limas

5 de agosto de 2025

Niño acostado sobre un monopatín con un cohete de cartón en la espalda, usando casco y gafas de aviador.

Antes de buscar financiación, es clave tener algo más que una buena idea: se necesita contar con un proyecto coherente, con sentido y preparado para generar impacto real. Porque lo que convence a las entidades financiadoras no es la urgencia ni la elocuencia, sino la solidez.

En Infinity Trust acompañamos a organizaciones que quieren generar verdaderas transformaciones. Y lo primero que nos preguntamos es, ¿el proyecto responde a una necesidad concreta? ¿Está enraizado en el propósito de la identidad? ¿Tiene una estructura clara y coherente que permita llevarlo a cabo con garantías?

Un proyecto sólido se construye sobre múltiples elementos clave que, en conjunto, le dan sentido, dirección y viabilidad. Parte de un diagnóstico claro, basado en datos y en una escucha activa del contexto y de las personas implicadas. A esto se suma una justificación bien fundamentada, que explique por qué la intervención es necesaria, urgente y pertinente. Los objetivos deben ser medibles y estar conectados con resultados tangibles. Las actividades deben estar pensadas para responder al contexto, adaptadas a las características del entorno y de las personas destinatarias, sin perder de vista el enfoque transformador y la generación de impacto sostenible.

Todo ello se debe acompañar de un presupuesto coherente, transparente y proporcional a lo propuesto, así como de un sistema de evaluación con indicadores y herramientas que permitan dar seguimiento al avance real. Las alianzas también importan: no basta con mencionarlas, hay que demostrar que existen, que están activas y que aportan valor, ya sea a través de convenios, cartas de apoyo u otras evidencias. La participación de la comunidad y de otros actores clave debe ser parte del proceso desde el inicio, no solo como destinatarios, sino como agentes activos que puedan co-crear y aportar sus voces en la construcción del proyecto. Y, por supuesto, no puede faltar una mirada transversal que integre los derechos humanos, la equidad de género y la sostenibilidad entre otros enfoques, como principios rectores de todo el diseño.

Además, un proyecto con potencial debe estar alineado con los planes estratégicos de la entidad. No se trata de crear propuestas a medida para encajar en una convocatoria, sino de diseñar intervenciones que realmente respondan a la misión institucional y que luego, si es necesario, puedan adaptarse a los requisitos técnicos de cada oportunidad de financiación.

Tener un buen proyecto abre la posibilidad de acceder a distintos tipos de financiación con más claridad, más seguridad y mayor capacidad de diálogo. Ya sea una subvención pública, un fondo de impacto o una alianza estratégica, lo que se presenta no es solo una propuesta técnica: es la expresión concreta de una visión compartida y una capacidad real de generar valor colectivo.

Porque las entidades financiadoras no solo buscan ideas. Buscan compromiso, ética, consistencia y visión. Un buen proyecto muestra todo eso desde la primera línea. Y, sobre todo, no solo abre puertas: permite que permanezcan abiertas en el tiempo.

En definitiva, no se trata únicamente de conseguir fondos. Se trata de ponerlos al servicio de la generación de cambio con sentido.